Exposición: Memoria Calada – ROSER BRU Y TALLER 99

Lo extraordinario y lo significativo improntan su huella en la historia pensante y sintiente de un cuerpo vivo, constituyéndose en elemento fundamental del ADN y del sentido del mismo cuerpo. Conmemorar los 100 años del nacimiento de Roser Bru nos hace reflexionar en torno al recuerdo vivo de una persona extraordinaria que significó los cotidianos y determinó el rumbo del Taller 99.

Cuando Roser Bru, con 34 años y ya resuelta por las Bellas Artes, acepta la invitación de Nemesio Antúnez para hacer grabado e integrarse al Taller 99, probablemente no imaginó que establecería una íntima relación de 65 años en el oficio del grabado, ni que se transformaría en energía esencial de los distintos colectivos que han construido la historia del Taller 99. El tesón de su urgente persistencia y su reconocimiento del taller como espacio que alimenta, posibilitaron el desarrollo de su innato talento estableciendo las condiciones adecuadas para ampliar su inquieto pensamiento y proyectar su aguda sensibilidad.

Toda esta valiosa experiencia de vida –que contiene además su vasta biografía personal de exilio, dolor y humanidad– ha quedado plasmada a tinta y ácido en la atmósfera del taller, de manera que todos quienes respiren de ella se reconocerán insuflados de su hálito vital.

Es así como el conjunto de vivencias extraordinarias compartidas por Roser, Nemesio, Dinora, Delia, Irene, Vilches, Ricardo Yrarrázaval, Santos Chávez, Emilio Ellena y tantos otros artistas fundamentales que después de ellos y hasta nuestros días, han magnetizado los aires del encuentro cotidiano y el acceso al conocimiento compartido, generando un sustrato de memoria colectiva que nutre en el tiempo el devenir del Taller 99. Reconocemos y recordamos esta condición genética no solo cuando nos enfrentamos a la solución de algún asunto técnico-visual, sino también cuando buscamos ejemplos de actitud que inciden en el ámbito de lo colectivo.

Nuestra memoria compartida con Roser se ha sustentado en las confianzas establecidas desde los procesos de creación que determina el grabado como técnica y como lenguaje. Los variados procedimientos de atenta búsqueda van desnudando al autor; desde el momento que toma las decisiones más íntimas y se enfrenta a sus propios desafíos y fantasmas, debe estar activa esa atmósfera de confianzas que otorga libertad y precisión en la determinación y acompaña el riesgo del atrevimiento.

Este ejercicio de proceso de creación es el que experimentamos constantemente con Roser y es lo que nos aventuramos a presentar en esta muestra conmemorativa. En múltiples exposiciones anteriores, como es tradicional, se muestra los resultados de estos procesos, pero consideramos que desde nuestra experiencia de trabajo colaborativo es un deber compartir los valiosos estados de los procesos de creación de algunos grabados de Roser.

Constantemente nos enriquecimos y alegramos con la presencia de Roser; la homenajeamos, publicamos su obra grabada en un extenso libro-catálogo, la presentamos al Premio Nacional, y hoy desde su cercana ausencia, nos atrevemos a inmiscuirnos en sus íntimos procesos en la certeza que ya está instalada en nuestra memoria colectiva con la presencia activa de “su vida que resuena”.

Rafael Munita, Taller 99

Sala

calada

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