[V&D de El Mercurio] “REGISTRO DE PRIMERA FUENTE” por Cecilia de Frutos con Fotografías de José Luis Rissetti y Taller 99. Gran Artículo sobre nuestro libro recién lanzado en la Fundación Cultural de Providencia.
Más que armar un puzle de una trayectoria de seis décadas, el libro “Taller 99. Memoria colectiva del grabado en Chile”, de Patricia Andaur y Paula Véliz, rescata el valor patrimonial de este espacio por medio del registro de sus bienes muebles, del trabajo grupal plasmado en carpetas colectivas y de los testimonios de los artistas que ayudaron a darle vida junto a su fundador, Nemesio Antúnez.
La reconstrucción de 60 años de historia, por medio de testimonios de sus propios fundadores, archivos, catálogos, cartas y fotografías, se plasma en el libro “Taller 99. Memoria colectiva del grabado en Chile”, recién lanzado por Ediciones UC. Se trata de un rescate patrimonial que surge de la tesis para el magíster en Historia y Gestión del Patrimonio Cultural de la U. de los Andes, por parte de sus autoras -Patricia Andaur, diseñadora y actual miembro del taller, y Paula Véliz, periodista y editora de revista VD- y que hoy está disponible en una publicación, realizada con el apoyo de Fundación Actual, que combina textos, citas, grabados e imágenes históricas y actuales de este centro de creación.
En sus más de 350 páginas se recogen anécdotas de cada etapa que ha vivido el taller, desde sus inicios en 1956, así como los hitos que lo marcaron en las seis sedes en las que ha funcionado. La primera de ellas fue la misma casa de su fundador, Nemesio Antúnez, en calle Guardia Vieja, donde armó “un centro de colaboración, enseñanza, producción y difusión” del grabado. Con el tórculo que trajo de Francia en 1953 como protagonista, el lugar se consolidó en poco tiempo con artistas como Dinora Doudtchitzky, Delia del Carril, Inge Dusi, Paulina Waugh, Ricardo Yrarrázaval o Roser Bru, y fueron transformando una técnica, “hasta entonces asociada al registro”, en una expresión moderna valorada por todos.
La incorporación de más integrantes, entre ellos los provenientes de Concepción Pedro Millar, Santos Chávez y Jaime Cruz, llegó cuando se trasladaron a la Casa Central de la Universidad Católica (1959-1969), momento en que el Taller 99 se convirtió en la base para la creación de la Escuela de Arte de la UC, y sus artistas, en los profesores de diferentes disciplinas. Durante este período volvieron a cambiarse hacia la nueva sede universitaria de Lo Contador, y poco a poco se convirtió “en el taller de grabado de la UC”. Ahí realizaron la histórica carpeta “Cuadernos de Poemas” (1962), uniendo el talento de grabadores y poetas, y que fue posterior a la llamada “Cantar de los Cantares”, de 1961.
Ese mismo año, Antúnez asumió la dirección del MAC y luego, en 1964, fue nombrado agregado cultural en Estados Unidos; entre 1969 y 1973 dirigió el MNBA y después partió a un autoexilio por España, Inglaterra e Italia, hasta 1984. A su vuelta a Chile refunda el taller en la llamada Casa Larga: “El espacio era pequeño, con un altillo habilitado en madera para acoger a más grabadores, lo que le daba un carácter rústico e intimista”, escriben las autoras del libro. La lista de integrantes fue agrandándose cada vez más: “Llegó mucha gente joven, algunos de la Chile. Cristián Corral, Beatriz Leyton, Tere Gazitúa, Rafael Munita…”, recordaba en una entrevista de 2016 Adriana Asenjo, quien también se incorporó en ese período. Por esto volvieron a cambiarse, en 1990, a una casa grande -y por primera vez propia- en Melchor Concha, Bellavista, donde el taller funcionó por 21 años.
Los bienes muebles -prensas, herramientas y mobiliario- que han acompañado cada mudanza, incluida la última que lo estableció en Zañartu 1016, son “testimonios de la trayectoria del taller”, así como su colección de mil grabados y 20 “Carpetas Colectivas”. Estos formaron parte fundamental de la investigación y de las páginas del libro, donde además se incluye la explicación de los procesos de litografía, grabado en metal -o huecograbado- y xilografía, con preciosas fotografías de José Luis Rissetti. “Una puesta en valor estaba incompleta si no se trabajaba desde todos esos ángulos”, afirman sus autoras.
¿Qué importancia tiene hoy en día un lugar como el Taller 99?
-Su valor está en haberse mantenido durante más de 60 años como un espacio de reflexión y creación en torno a las diversas técnicas del grabado y haber sido en sus inicios la cuna del grabado contemporáneo en Chile. Los más importantes artistas nacionales de las últimas décadas han pasado por sus prensas, dándole al grabado un nivel que nunca antes tuvo en el país. Eso permite seguir proyectando esta disciplina artística, que hoy en día no es prioritaria en los programas de las escuelas de arte, a nuevas generaciones.